Desde hace mucho tiempo, la humanidad ha observado que algunos seres humanos
logran superar condiciones severamente adversas y que, inclusive, logran transformarlas
en una ventaja o un estímulo para su desarrollo bio-psico-social.
Durante mucho tiempo, en las distintas esferas de las ciencias humanas, la tendencia fue
de dar el mayor énfasis a los estados patológicos. Por ese motivo, las investigaciones se
centraron en la descripción exhaustiva de las enfermedades y en el intento de descubrir
causas o factores que pudiesen explicar resultados negativos, o no deseados, tanto en lo
biológico como en lo mental.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados con ese método, muchas interrogantes
quedaron sin respuesta. A menudo, las predicciones de resultados negativos hechas en
función de factores de riesgo que indicaban una alta probabilidad de daño, no se cumplían.
Es decir, la gran mayoría de los modelos teóricos resultaron insuficientes para explicar
los fenómenos de la supervivencia humana y del desarrollo psico-social.
La aplicación del enfoque de riesgo, ampliamente difundido en los programas de salud y
en diversas investigaciones basadas en ese modelo, mostró la existencia de numerosos
casos que se desarrollaban en forma normal a pesar de constelaciones de factores que, en
otros individuos, determinaban patologías severas.
Un hito lo marcó Werner (1992), quien estudió a un grupo de personas desde el nacimiento
hasta los 40 años. La investigadora notó que algunos niños que estaban aparentemente
condenados a presentar problemas en el futuro— de considerarse todos los factores
de riesgo que presentaban— llegaron a ser exitosos en la vida, a constituir familias
estables y a contribuir positivamente con la sociedad. Algunos de ellos procedían de los
estratos más pobres, de madres solteras adolescentes y de grupos étnicos postergados,
además de tener el antecedente de haber sido de bajo peso al nacer. La observación de
estos casos condujo a la autora, en una primera etapa, al concepto de "niños invulnerables"
( We r n e r, 1992). Se entendió el término “invulnerabilidad” como el desarrollo de personas
sanas en circunstancias ambientales insanas. Posteriormente se vio que el concepto de
invulnerabilidad era un tanto extremo y que podía cargarse de connotaciones biologicistas,
con énfasis en lo genético. Se buscó, entonces, un concepto menos rígido y más global
que reflejase la posibilidad de enfrentar efectivamente eventos estresantes, severos y
acumulativos; se encontró el de “capacidad de afrontar”.
Desde el decenio de los años ochenta ha existido un interés creciente por tener información
acerca de aquellas personas que desarrollan competencias a pesar de haber sido criados
en condiciones adversas, o en circunstancias que aumentan las posibilidades de presentar
patologías mentales o sociales. Se concluyó que el adjetivo resiliente, tomado del
inglés resilient, expresaba las características mencionadas anteriormente y que el sustantivo
"resiliencia" expresaba esa condición. En español y en francés (résilience) se emplea
en metalurgia e ingeniería civil para describir la capacidad de algunos materiales de recobrar
su forma original después de ser sometidos a una presión deformadora.
Así, el término fue adoptado por las ciencias sociales para caracterizar a aquellos sujetos
que, a pesar de nacer y vivir en condiciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente
sanos y socialmente exitosos.
A lo largo de la historia aparecen ejemplos de individuos destacados que hicieron aportaciones
significativas para la humanidad, quienes debieron enfrentar severas circunstancias
adversas (desde Demóstenes hasta Rigoberta Menchú, pasando por Piaget). Asimismo,
pueblos enteros y grupos étnicos han demostrado capacidades sorprendentes para sobreponerse
a la persecución, a la pobreza y al aislamiento, así como a las catástrofes naturales
o a las generadas por el hombre (judíos, indígenas latinoamericanos, etc.).
Rigoberta Mench
Poetisa quiché de Guatemala, Premio Nobel de la Paz. Durante la guerra civil que
asoló a su país, vio morir a su padre, a su madre y a sus hermanos, asesinados por
las fuerzas de represión. Debió huir a México para salvar la vida; así se transformó
en una dirigente de los movimientos por los derechos humanos, reconocida a nivel
mundial.
Los poemas escritos en quiché, su lengua materna, han sido traducidos a varios idiomas.
Pese a los factores de riesgo y adversidades que marcaron su infancia y su adolescencia,
Rigoberta logró superar dicha situación y aprovecharla para transformarse
en una líder de talla internacional como defensora de los derechos humanos.
Ana Frank
Niña judía de doce años de edad, condenada a vivir oculta con su familia
durante más de dos años en Amsterdam, Países Bajos, para escapar de los
nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Escribió un diario en forma de
cartas dirigidas a una amiga imaginaria, con lo que encontró esa “aceptación
incondicional” que se ha señalado como elemento fundamental de
la resiliencia. También, en su diario, aparecen con claridad las expresiones
del “yo puedo”, “yo tengo”, “yo soy” . Por ejemplo, “yo voy a poder”,
“yo espero”, “te confío toda especie de cosas, como jamás he podido
hacerlo con nadie”, y “espero que tú seas un gran apoyo” (12 de junio de
1942).
A temprana edad, en medio de circunstancias tan adversas, Ana Frank fue
capaz de mantener su optimismo y su confianza. Su diario puede ayudar
mucho a los seres humanos que, tal vez, sin padecer tamañas adversidades,
flaquean frente a las contingencias de la vida. “Quien tiene coraje y
confianza no zozobrará jamás en la angustia” (7 de marzo de 1944).
Dos enfoques complementarios
Es conveniente diferenciar entre el enfoque de resiliencia y el enfoque de riesgo. Ambos
son consecuencias de la aplicación del método epidemiológico a los fenómenos sociales.
Sin embargo, se refieren a aspectos diferentes pero complementarios. Considerarlos en
forma conjunta proporciona una máxima flexibilidad, genera un enfoque global y fortalece
su aplicación en la promoción de un desarrollo sano.
El enfoque de riesgo se centra en la enfermedad, en el síntoma y en aquellas características
que se asocian con una elevada probabilidad de daño biológico o social. Ha sido
ampliamente utilizado en programas de atención primaria, y el personal de los mismos
está familiarizado con sus conceptos y aplicaciones.
El enfoque de resiliencia se explica a través de lo que se ha llamado el modelo “del
desafío o “de la resiliencia. Ese modelo muestra que las fuerzas negativas, expresadas en
términos de daños o riesgos, no encuentran a un niño inerme en el cual se determinarán,
inevitablemente, daños permanentes. Describe la existencia de verdaderos escudos protectores
que harán que dichas fuerzas no actúen linealmente, atenuando así sus efectos
negativos y, a veces, transformándolas en factor de superación de la situación difícil. Por
lo tanto, no debe interpretarse que este enfoque está en oposición del modelo de riesgo,
sino que lo complementa y lo enriquece, acrecentando así su aptitud para analizar la realidad
y diseñar intervenciones eficaces.
La resiliencia es un instrumento clínico que exige un cuadro de referencia moral. Esto
implica que un individuo debe superar la situación de adversidad dentro de las normas
culturales en las que él se desenvuelve. No cabe duda de que, como agentes de salud y/o
educadores, debemos discutir sobre lo socialmente aceptable y ser claros acerca de quiénes
son aquellos que definen las normas.